Dice el refrán que “es de bien nacido ser agradecido”, y parece que no pasa con toda la frecuencia deseable.

La ingratitud y la decepción son pareja, van de la mano y son fuente de muchas amarguras.

Partimos de la base de que ser generoso es algo noble, una virtud que engrandece el ánimo y produce bienestar, que nace de lo más hondo de nuestro corazón como regalo para otro que puede estar necesitado y precisar ayuda o, simplemente, a ese otro se le va a alegrar la vida recibiendo un bien inesperado. Tenemos en mente que la respuesta a esos actos altruistas será de agradecimiento y consideración, pero con frecuencia no ocurre eso, la lógica, de nuevo, sigue otros caminos más retorcidos.

Lo primero que deberíamos considerar es: ¿qué es lo que mueve al generoso? En principio la respuesta rápida parece obvia: la motivación esta guiada por un sentimiento de amor. Al dadivoso le satisface, por sí mismo, ese acto empático que le permite aliviar o facilitar la existencia a un prójimo. Este, a su vez, habiendo mejorado en su desdichada situación, alcanza un sentimiento afectivo amable, expresado en forma de gratitud.  Y siguiendo el camino del arcoíris, estarían, ambos individuos en una bendita relación en donde el amor se columpia y fluye en un feliz movimiento de vaivén.

Pero hay otras versiones, está también la cara b de este disco, otros caminos y otros derroteros donde los sentimientos no son tan puros, ni tan nobles, pero si absolutamente humanos.

Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes, (Segunda epístola a Timoteo, 3.2. Nuevo Testamento).

Tanto detrás del generoso como del receptor pueden coexistir diversas fuerzas nacidas sus propios submundos y estar guiadas por motivos no tan nítidos sino más bien oscuros.  Hay algo tristemente humano, y que puede parecer muy ruin, en el corazón de los hombres y de las mujeres.

Por ejemplo, el que da estaría henchido de satisfacción al mostrar su potencia, o, mejor dicho, su prepotencia, regalando al pobre desgraciado eso que él o ella tienen más que suficiente, La soberbia camparía por estos lares orgullosa, alimentándose de ingenua omnipotencia. Con lo cual el acto, en apariencia bondadoso, es en el fondo una basura triste y mezquina, que nace y tiene como fin último alimentar una mermada opinión de sí mismo con gestos, que pretenden ser generosos, pero en esencia son avariciosos y crueles pues se nutren de la desgracia ajena y alimentan un narcisismo cutre.  Aquí el veneno estaría en el supuesto benefactor.

 A su vez al receptor, puede tener también sus sombras siniestras danzando en su ánimo.  Los regalos y/o ayudas en ocasiones pueden producir humillación. Si el que los recibe entiende que al estar en situación de carencia y precisar apoyo, se pone de manifiesto su incompetencia e ineptitud, puede generar una corriente de rabioso rencor que será escupido, en forma directa o indirecta: por ejemplo, retirando el saludo, cortando la relación, ofendido por la supuesta vejación, o, puede llegar incluso, hasta hacer responsable de su desdicha al infeliz generoso. La ingratitud es hija de la soberbia, de nuevo las carencias de un narcisismo cutre dirigen la orquesta.  Aquí la ponzoña está en el que recibe.

Tenemos pues dos personas que se relacionan en un acto de intercambio, ambas pueden tener un rango de esas dos conductas determinadas: venenosa o sana y según coincidan, o se den en sus diferentes opciones, tendremos resultados más o menos agradables o desastrosos.

Es fácil de entender y ser digno de comprensión y compasión, que al que está en dificultades le lleven los demonios, porque en ese momento está en el puto infierno y lanza chuzos de punta, rayos y centellas sobre el bendito individuo que, en el mejor de los casos, se ha acercado conmovido a prestar ayuda y le va a caer la del pulpo, porque a nadie le gusta tener la evidencia de sus taras, limitaciones e incompetencia.

Las cosas en la vida nunca son tan simples como la discreta lógica nos muestra, siempre están enrevesadas de entretejidos en donde hay un poco de todo. Y las motivaciones y resultados de nuestros pensamiento y actos pueden ser asombros.

Tan asombroso como que, en el idioma alemán hay un palabra:  «Schadenfreude» que describe esa sensación de placer que algunas personas pueden sentir al ver que otros enfrentan dificultades o problemas. Ahí queda eso.

ODA A LAS GRACIAS (Pablo Neruda)

Gracias a la palabra
que agradece,
gracias a gracias
por
cuanto esta palabra
derrite nieve o hierro. 

El mundo parecía amenazante
hasta que suave
como pluma
clara,
o dulce como pétalo de azúcar,
de labio en labio
pasa
gracias,
grandes a plena boca
o susurrantes,
apenas murmulladas,
y el ser volvió a ser hombre
y no ventana,
alguna claridad
entró en el bosque.
fue posible cantar bajo las hojas.
Gracias, eres la píldora
contra
los óxidos cortantes del desprecio,
la luz contra el altar de la dureza.

 ………

Está entendido, no
lo llenas todo,
palabra gracias,
pero
donde aparece
tu pétalo pequeño
se esconden los puñales del orgullo,
y aparece un centavo de sonrisa.